Es un síndrome, es decir, un conjunto de síntomas que no pueden ser atribuibles a una sola causa específica, y en este caso, involucra trastornos para dormir, angustia, ansiedad, estrés crónico, depresión, entre los más importantes.
Desde el mes de diciembre del año 2019 en que conocimos las primeras noticias de la aparición de un virus en Wuhan, una ciudad de China… después en marzo del año 2020 en que iniciamos largas cuarentenas en nuestro país… estuvimos diariamente bombardeados con las estadísticas de los muertos, los contagios, la positividad de los PCR, la escasez de los ventiladores mecánicos en las instituciones de salud, …la extrema precaución de limpiar todo lo que ingresaba a nuestros hogares…uso constante de mascarillas , a veces durante largas jornadas.
La implementación de las vacunas nos dio un leve alivio, pero ya muchos llevamos 4 dosis de vacunas y seguimos igual en riesgo de contagio.
Muchas personas sufrieron la pérdida de familiares y no pudieron asistir a su último homenaje de despedida por los aforos, otras estuvieron hospitalizadas con miedo a morir sin un familiar que le tomara la mano. Cuantas personas se han visto sobrecargadas de trabajo, así como también muchas han perdido su fuente laboral.
Nos afectó la convivencia diaria, el modo de organizar nuestras vidas y hemos ido aprendiendo, nos hemos ido adaptando… pero a qué costo?
Llevamos más de dos largos años, o desde antes para aquellas personas que se vieron afectadas por el estallido social de octubre de 2019.
Este último mes debemos sumarle situaciones de violencia escolar, alza en la delincuencia, guerra en Ucrania…
Tenemos motivos para presentar Síndrome de fatiga emocional crónica, podemos estar de mal humor, desmotivados, con poco ánimo, poco tolerantes… lo importante es que nos demos cuenta de eso, nos contactemos con nuestras vivencias, sentimientos y temores. Podemos conversarlos con alguien.
Cuidemos nuestra salud mental y si te supera pide ayuda profesional.