Cuando identificamos las situaciones que gatillan la rabia y las emociones y pensamientos que experimentamos, podemos introducir cambios, desactivando las reacciones automáticas. Para ello, te puede ayudar:
Identificar qué situaciones te provocan enojo
Expresar otras emociones y necesidades postergadas o no dichas (frustración, pena, soledad, decepción, miedo, inseguridad, necesidad de apoyo y de afecto, etc)
Hacer consciente qué piensas y cuestionarte estos pensamientos (“prefiero evitar”, “callaré para llevar la fiesta en paz”; “es injusto”, “debería ser”, “lo hace para molestarme”, “yo tengo la razón”, “dice estupideces”, “no voy a tolerarlo”, etc)
Revisar cómo reaccionas, registrando conductas y lo que sucede antes y después del enojo(consecuencias).
Recuerda además los modelos de conducta respecto al enojo que aprendiste en la infancia, cómo te hicieron sentir y cómo reaccionaste. Si has crecido con una persona que se enojaba mucho, puedes tratar de ser diferente y no permitirte sentir o expresar la rabia, explotando de vez en cuando por acumulación del malestar. O bien, puedes repetir su modelo aunque no te deje comod@. Si has crecido en un ambiente donde no se expresaba el enojo, puedes aprender a tragarte la rabia y que se vuelva en contra. En ambos casos, te puede ayudar permitirte sentir el enojo; expresarlo en un estilo personal y constructivo, sin repetir modelos que no te gustan; y descubrir qué otros modos de reacción puedes aprender, o sea, cómo eliges actuar ahora.