El hambre emocional es un trastorno alimentario que nos provoca comer al confundir los sentimientos con el hambre sin ser conscientes de ello. Se caracteriza por sentir una gran necesidad por comer, a veces de forma impulsiva y descontrolada.
Para poder explicar este comportamiento que hay entre la comida y las emociones surge la Psiconutrición o Psicología de la Alimentación, que toma en cuenta nuestras emociones, conductas, así como el contexto social y nuestras relaciones.
Ejemplos de patologías que puede tratar la Psiconutrición son: Anorexia nerviosa, bulimia nerviosa, trastorno por atracón, ortorexia que es cuando hay una obsesión por la comida sana y la vigorexia en donde la persona presenta una preocupación excesiva hacia su cuerpo, entre otras.
Las emociones que influyen en nuestro comportamiento alimentario como la ansiedad o el estrés, los conflictos, las maneras en las que resolvemos ciertas situaciones pueden tener directa relación a la hora de elegir qué comemos.
Es a raíz de lo que sentimos y no de tener hambre fisiológica que se genera una necesidad por comer. Es decir, se quiere alimentar el cuerpo para sentirse mejor, gratificarse de algo, pasar alguna pena, rabia o cualquier estresor que esté influyendo en ese momento. A veces hasta llegar al atracón o comer compulsivo, sin poder parar la ingesta y después con un sentimiento de culpa
Cabe destacar que este tipo de ingesta rara vez resuelve la emoción que quería mitigar, así puede haber una sensación de querer más de ese alimento que generalmente son grasas o azúcares saturadas y conseguir por muy poco tiempo alivio o incluso no conseguirlo, lo que en el tiempo produce además una sensación de decepción, tristeza y frustración.
A través de un abordaje interdisciplinar nutricional, psicológico y en algunos casos psiquiátrico, se pueden resolver estas dificultades de forma integral, trabajando no solo la cuestión dietética sino también la psicológica. De este modo, la persona puede llegar a diferenciar las causas que le llevan a comer, ser consciente y a comprender que una necesidad emocional no se resuelve comiendo, conocer el impacto del estrés en lo que come y distinguir los factores psicológicos que podrían provocar el hambre emocional y derivar en desajustes alimentarios.