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Ejercicio, otro pilar de la salud mental.

Ya hemos revisado en artículos anteriores, dos de los cuatro componentes que se han consensuado como pilares de la salud mental; el dormir y la alimentación. Hoy les hablaré del tercero: el ejercicio físico. La ciencia nos ha demostrado que luego de realizar actividad física, lo que es vivido por nuestro cuerpo como un “estrés saludable”, se liberan en nuestro organismo neurotransmisores
como dopamina y endorfinas, sustancias que impactan positivamente en nuestro estado de ánimo, además de facilitar el aprendizaje, la conciliación del sueño, el control motor y proporcionarnos analgesia, entre muchas otras bondades. Además, se ha demostrado que un cuerpo fortalecido por una buena cantidad de masa muscular, no sólo protege nuestro esqueleto, nos permite sentirnos más fuertes y a ojos de algunos, más atractivos, sino que, además, al favorecer la generación de nuevos vasos sanguíneos y por ende la circulación, promueve el transporte de estos neurotransmisores, la reparación del sistema nervioso, etc. ¿maravilloso no?

Lo anterior ¿Significa que debo inscribirme en un gimnasio e ir diariamente a la clase más difícil o dura que encuentre. O que tengo que comprar una trotadora o bicicleta estática y subirme a ella hasta quedar exhausto, con el consecuente riesgo de que al poco tiempo deje de ir o le otorgue la función de perchero o tendedero a la nueva máquina?; en absoluto. La clave es: movimiento
funcional. ¿Qué es esto?, bueno; simplemente permitirle a su cuerpo desplegar todas las capacidades con las que cuenta para interactuar diariamente con el escenario en el que habita. Sí, tan trivial como caminar los tramos más cortos, pedalear, correr, patinar los más largos. Saltar para alcanzar cosas, subir escaleras, agacharse y levantarse sin apoyos, cargar sus bolsas del super o
almacén, pasear a la mascota incorporando piques en la caminata y todo lo símil que se le ocurra.

Si le permite salir a su cuerpo del estado de atrofia resultado de pararse de la cama sólo para sentarse en el transporte, para luego acomodarse en la silla donde realiza su trabajo, y posteriormente cambiar de silla al almuerzo, etc, etc, etc hasta volver a la cama, podrá beneficiarse de los efectos poderosos de un cuerpo activo. Luego de eso, si además disfruta de una actividad en particular, tanto mejor, pero recuerde que es en lo cotidiano y repetido, donde se siembra para cosechar resultados.

Daniela Leyton

Psicóloga Adultos y Adolescentes