Hace un tiempo les contaba sobre la identificación de cuatro pilares, que como en una silla, son fundamentales para mantener en equilibrio nuestra salud mental. En esa oportunidad, les comenté sobre la importancia del dormir y algunas ideas para conseguir las tan recomendadas “horas mínimas de sueño”.
En esta ocasión, quiero dedicar este artículo a reflexionar en torno a otro pilar; la alimentación. Es antigua y conocida la frase mente sana en cuerpo sano y ya hace tiempo se rompió incluso, con la división artificial de la mente y el cuerpo como ámbitos independientes, pasando a hablar hoy en día de un todo; lo holístico, que puede tener una manifestación “más o menos localizable en el cuerpo” pero en cuanto al origen, este es indivisible.
Siguiendo esta comprensión del individuo, no debiera resultar difícil entender por qué el funcionamiento del intestino puede influir en nuestro estado anímico o que una aspirina pueda provocar alivio al “dolor en el corazón” propio de la tristeza. Aceptando que los alimentos que ingerimos impactarán nuestro sentir, la pregunta siguiente pudiese ser ¿Cómo debiera ser una alimentación que favorezca mi salud mental? Un aspecto útil a este respecto sería apuntar a una pauta alimenticia en la que se prioricen alimentos por sobre productos. Básicamente, lo natural será recepcionando y aprovechado de mejor manera por nuestro cuerpo, lo que facilitará la absorción de nutrientes y vitaminas, cautelando el funcionamiento en umbrales normales de nuestro sistema nervioso. Y si en esta selección no nos olvidamos de preferir aquellos alimentos que nos resultan más sabrosos, agregaremos una experiencia en sí misma placentera y si es junto a seres queridos o personas que nos resulten agradables y entretenidas, ¡aún mejor!
Recuerde entonces en su próxima compra de víveres guiarse por una proporción 80% alimentos; comestibles de un ingrediente, no o mínimamente procesados (generalmente no vienen empacados), que le gusten más y, si así lo prefiere, súmele un 20% de productos que le encanten (aunque tengan ingredientes impronunciables) y cada vez que pueda, agréguele a sus comidas un
ingrediente más infalible: buena compañía.