La Organización Mundial de la Salud (OMS) define “Los trastornos del espectro autista (TEA) como un grupo de afecciones diversas. Se caracterizan por algún grado de dificultad en la interacción social y la comunicación. Otras características que presentan son patrones atípicos de actividad y comportamiento; por ejemplo, dificultad para pasar de una actividad a otra, gran atención a los detalles y reacciones poco habituales a las sensaciones.
Tiene una clasificación por niveles, descrita en el Manual de Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5), manual de referencia en salud mental, el que clasifica según el nivel de apoyo en las funciones que las personas autistas requieren en su vida diaria, tanto en el hogar, sistema educativo y en los demás contextos de la vida de una persona. Según clasificación -Nivel 1, requiere apoyo. -Nivel 2, requiere apoyo notable. -Nivel 3, requiere apoyo muy notable.
Esta es una condición no una “enfermedad” como se tiende a creer, por lo tanto, no existe una “cura” y es una condición que acompaña a la persona por toda la vida, pero mientras más temprano sea diagnosticada, se le puede proporcionar apoyo e intervenciones terapéuticas psicológicas, fonoaudiológicas, psiquiátricas, terapia ocupacional, nutricionales, neurológicas, etc. Para que, de esta manera poder llegar a tener la mayor funcionalidad posible, dado que como lo describe la definición, es un espectro, lo que significa que tiene múltiples características, y lo que también significa que no existe una persona autista igual a la otra, aunque compartan el mismo nivel de apoyo.