Recuerdo cuando, hace varios años, mi hermano, quien había comenzado un proceso de psicoterapia, declaraba entre risas; “si hubiera sabido que la respuesta estaba en mí mismo no hubiera pagado por terapia”. Y es que es usual que las expectativas sobre la psicoterapia no coincidan con lo que ocurre en dicha instancia, sobre todo en un comienzo. Es esperable que al empezar un proceso de este tipo, nos encontremos aquejados de mucho malestar, angustiados y desorientados y que esto alimente la idea de que un especialista en la salud mental podrá decirme “qué hacer” para sentirme mejor. Sin embargo, no hay un “qué hacer”. No existe una receta mágica que seguir para resolver lo que nos duele, por lo que aunque pueda decepcionar, no debería ocurrir que en la psicoterapia recibamos indicaciones sobre “cómo resolver” lo que nos pasa. Lo que sí deberíamos esperar es; escucha atenta, contención, curiosidad, validación de lo que sentimos, tolerancia y límites. Esto, permitirá que surja un tipo de relación, la terapéutica, que nos permitirá, contactarnos con lo que está detrás de lo evidente, mirarlo, revisarlo y reelaborarlo, para recuperar el equilibrio perdido. Importante entonces recordar, nadie es más especialista en mi propia vida que yo mismo.