Una de las grandes dificultades emocionales, es no saber poner límites. Situación que suele provocar diversos conflictos, que por lo general, terminan arrastrando consecuencias en el diario vivir. Como vivimos todos en comunidad, es importante aprender a reconocer donde termina mi libertad y comienza la tuya; para así poder construir vínculos sanos, basados en la confianza y en el respeto.
El poner límites no implica dañar ni agredir a un otro, implica poder comunicar hasta donde yo tolero una situación determinada, y donde comienza mi sensación de ser pasado a llevar o no ser considerado en mis necesidades y emociones. Poner límites es informar a la otra persona hasta donde llegar en la relación conmigo, de modo que tengamos una interacción sana, exenta de rabias y desencuentros.
Por otra parte, el no poner límites nos puede acarrear muchas frustraciones gratuitas, que a la larga nos van dañando y enredando nuestros vínculos de afecto. Si no pongo límites, me siento pasado a llevar, y por ende, comienzo a construir una mala disposición con la persona que trasgredió dichos límites.
Poner límites es un arte que tenemos que practicar sanamente, y no que debiera romper nuestras relaciones de afecto, dado que no cuestiono a la persona en particular, sino que cuestiono la conducta y la actitud de traspasar un contexto, emoción y/o situación que me importa.
¡Pon límites!… Atrévete a comunicar lo que para ti es importante, cuidando así tu identidad, tu autoestima y el respeto a ti mismo.