La pandemia del COVID-19 constituye una emergencia global, con un elevado impacto en la salud pública, incluida la salud mental. Esta situación, representa actualmente un reto para los profesionales de la salud en todos los campos. Ante la inexistencia de una cura definitiva, las medidas más efectivas para salvaguardar vidas y reducir el número de casos de contagios, son aquellas que implican el aislamiento social y específicamente el establecimiento de cuarentenas. Sin embargo, estas medidas traen consigo un importante costo para la salud mental.
Dentro de las manifestaciones reportadas con mayor frecuencia en los estudios consultados, se encontraron los Trastornos Emocionales, Depresión, Estrés, Apatía, Irritabilidad, Insomnio, Trastorno de Estrés Postraumático, Ira y Agotamiento Emocional.
Los niños y adolescentes en cuarentena, en puntuaciones de escalas que miden estrés postraumático, suelen mostrar puntaje tres veces mayor (como promedio) en comparación con niños que no han experimentado aislamiento. Los niños son más propensos a desarrollar trastorno de estrés agudo, trastornos de adaptación y aproximadamente el 30 % de ellos desarrollan, posteriormente, trastorno de estrés postraumático.
Los adultos mayores por su parte, son especialmente vulnerables ante las medidas de cuarentena y aislamiento social, teniendo en cuenta que en esta etapa se reducen las redes de apoyo social y disminuye la participación en actividades sociales. En especial el confinamiento ha conllevado a un profundo deterioro de la salud mental en estas personas. En algunos estudios se reporta la existencia de miedo recurrente a la muerte, miedo a la separación de la familia, insomnio, pesadillas, síntomas de ansiedad generalizada, síntomas depresivos, aparición de sintomatología obsesiva (lavarse las manos y el aseo frecuente de objetos de uso personal), síntomas de estrés postraumático y también el incremento de uso de sustancias, especialmente de alcohol.
¿Cómo mitigar los efectos del aislamiento social y la cuarentena?
- Reducir el tiempo de duración de la medida tanto como sea posible: el tiempo de duración de las cuarentenas, de acuerdo a los resultados en diversos estudios, es el mayor predictor de alteraciones psicológicas a mediano y largo plazo. En la medida que se extiende el tiempo de cuarentena podría observarse mayor desobediencia civil, la depresión se desplaza por la ansiedad y la ira y las manifestaciones de violencia se incrementan exponencialmente.
- Ofrecer la mayor cantidad de información posible y mantener canales de retroalimentación abiertos: en las personas en cuarentena, mal informadas, se incrementan los pensamientos catastróficos y se disparan los seudosíntomas asociados a la enfermedad. Insistir en todo momento sobre la necesidad de la cuarentena y cómo su implementación está dando resultado es una excelente estrategia para disminuir la ansiedad e incrementar la responsabilidad.
- Incrementar las estrategias de afrontamiento al estrés y generar contactos sociales positivos: además de ofrecer información sobre la enfermedad, urge formar habilidades para un afrontamiento activo al estrés, tanto en población general como en personal de salud. Establecer líneas de consejería telefónica, elaborar y distribuir materiales de autoayuda elaborada por profesionales y sobre la base de la evidencia, son algunas estrategias que pueden implementarse.
Si bien resulta indispensable estimar el impacto psicológico negativo que la cuarentena y el aislamiento social tendrán en personas y grupos sociales, no se puede obviar a quienes transitan por esta situación y salen fortalecidos y saludables mentalmente. En ellos también debemos concentrarnos, porque en sus modos de afrontar el estrés, en su capacidad de adaptación a las circunstancias desfavorables, se encontrarán respuestas útiles para quienes necesiten ayuda de los profesionales de la salud mental.