Para un buen nivel de satisfacción con la vida humana la calidad de las relaciones es fundamental y esta depende de cómo nos vinculamos.
Las personas nos relacionamos con los demás de una cierta forma que es relativamente estable. Eso tiene que ver con la estructura vincular que es parte de la personalidad.
Tenemos ciertas expectativas de qué recibir en el encuentro con el otro y esperamos ser capaces de dar para sentirnos parte de una comunidad humana.
Por ejemplo, con algunas personas podemos llegar a sentir que se da un vínculo nutritivo, aprendemos de la experiencia, crecemos juntos, dan ganas de profundizar y continuar. Pero también se puede sentir que damos más que recibimos, que nos utilizan, que para estar bien con la otra persona debemos suspender nuestros intereses.
En un estado de salud mental el individuo experimenta un cierto grado de conformidad con las relaciones que establece. A diferencia de un estado patológico, en el que aparecen serias dificultades en la persona, que van desde la propia insatisfacción hasta escalas mayores de conflicto severo con los que le rodean.
Cuando esta situación escapa de la posibilidad de manejo voluntario, es decir, que no basta con proponerse cambiar las cosas para que una relación mejore, nos encontramos en una condición que requiere intervención psicológica.
Po otra parte, no siempre somos conscientes de cómo nos vinculamos. Tener la experiencia de una psicoterapia ayuda a develar esa parte inconsciente, iluminar hasta qué punto nos determina y con algo de suerte… ¡llegar a manejarlo mejor!
