Llamamos microbiota intestinal a la extensa población de bacterias y microoganismos que viven dentro de nuestro intestino. Se calcula que para alguien de 70 kg corresponde a unos 100 billones de microoganismos, que pesan alrededor de 200 gramos (La próxima vez que enfrentes una balanza quizás quieras descontar el peso de tu microbiota) Estos microoganismos de alimentan de lo que se ingiere en la dieta, por lo tanto el consumo de determinados alimentos permite fortalecer un tipo de bacteria por sobre otro.
Hasta ahora no existe un entendimiento completo de cómo estos microorganismos afectan nuestra salud, pero básicamente depende de la proporción de bacterias saludables/no saludables y de las sustancias químicas que cada una sintetiza para nuestro cuerpo. Lo que en el caso de la salud mental tiene que ver con lo que llamamos el eje intestino-cerebro y su relación bidireccional. Esta relación es tan relevante, que de manera experimental es posible poner muestras de heces de personas con depresión en animales de experimentación y causarles síntomas depresivos.
En una revisión publicada en la revista Nutritional Neuroscience se señala que a alta calidad de la dieta, el consumo de fibra prebiótica y los suplementos probióticos redujeron la ansiedad, estrés y los síntomas depresivos en humanos. En pocas palabras, parece ser que las bacterias intestinales que favorecen nuestra salud mental aumentan con la ingesta de fibra proveniente de frutas y verduras. Por contra, las bacterias que afectan negativamente nuestra salud mental prosperan con la ingesta de azúcares y grasa saturada. En esta misma línea, sabemos que las personas que padecen más depresión y estrés consumen más comida rápida y menos vegetales en su dieta.
Cada vez hay más pruebas de que la microbiota influye en la salud humana, el metabolismo, las enfermedades gastrointestinales y mentales. Queda mucho aún por recorrer para comprender la complejidad de estas relaciones y cómo favorecer el balance de estos microoganismos para aliviar distintas enfermedades. Mientras, ¿qué microogranismos vas a alimentar con tu próxima comida?