¿Ha pensado alguna vez que su relación de pareja es sólo rutina y una fuente inagotable de frustración y resentimiento? ¿Que a pesar de los años invertidos en tratar de que él o ella cambien, comprendan lo que usted siente, sean más “empátic@s” no ha podido lograrlo? ¿Que ahora, que los hijos ya son más independientes y que hay más tiempo para estar juntos, la distancia, el desinterés y la rabia se hacen más y más poderosos?
Creo, que las respuestas pueden ser muy variadas, pero una de las que más le ha hecho sentido a las personas con las que he conversado a lo largo de mi práctica clínica, es, que la sensación de frustración, rabia y desinterés viene desde la no satisfacción de las expectativas que cada uno tenía del otro y de que estas expectativas, vienen a su vez (ojo que está en tiempo presente) desde la antiguedad de nuestras almas, de todos aquellos deseos y necesidades que nuestros propios padres no pudieron suplir. Queremos que nuestros maridos sean cuidadores, comprensivos, apoyadores, que lean nuestros pensamientos, que se posterguen por nosotras, a su vez los hombres requieren de una mujer que sea cuidadora, comprensiva, que escuche, contenedora, que alimente sin límite y que además se mantenga seductora y deseable.
Es tan difícil ver a nuestras parejas en su real dimensión humana, que no se está unido al otro por necesidad. como lo fue en la infancia, sino, en la libertad de construír un 1+1 >2. Si se logra sacar ese antifaz con el que muchas personas limitan su visión de las realidades, las posibilidades de re-vitalizar el vínculo con la pareja, se transforman en el real desafío.
