EL OBJETIVO es conectar con la enferma (o enfermo) para contribuir a que reaccione y se cure.
ES UN PROCESO LARGO de curación. Hay que estar preparados para ello. Pueden durar tres, cuatro, seis, ocho o más años. TCA es una enfermedad bien «pegote y egoísta» que va a tratar de quedarse en la cabeza de la paciente y ojalá tenerla sólo para ella. La familia, paciente y equipo profesional tienen que ser un solo equipo para derrotar a esta enfermedad
Comer no es más que el principio de la curación. Además de la recuperación del peso y de la normalización alimentaria hay que corregir las secuelas psíquicas. Puede haber retrocesos, crisis, hospitalizaciones…
LA DIRECCIÓN DEL PROCESO debe confiarse al psiquiatra. Él requerirá y dirigirá la colaboración de un equipo multidisciplinar. Quizá encomiende la psicoterapia a un psicólogo. Es importante poder contar con endocrinólogo, ginecólogo, nutriólogo.
NO HAY QUE CULPABILIZAR A LA ENFERMA, NI CULPABILIZARSE, aunque ahora se caiga en la cuenta de los errores cometidos. Ahora se cometerán otros, pero no hay que preocuparse cuando ya haya ocurrido -no conduce a nada bueno-, sino ocuparse en acertar en los pasos siguientes. Esta enfermedad hace que las pacientes mientan ( o se vean tentado de hacerlo) y no es la hija que se volvió mentirosa sino es la enfermedad.
SI SE ENFERMA DE ANSIEDAD debido al problema de la hija, como es frecuente que le ocurra especialmente a la madre, hay que ponerse en tratamiento e intentar, aún más, controlarse para poder ser una ayuda para la hija enferma. Y hay que cuidar de NO DESANTENDER A LOS OTROS HIJOS-. Así se les evitarán traumas psíquicos
QUE SEA SIEMPRE VERDAD lo que se les diga. Esto es fundamental. Y lo que se les promete se debe cumplir siempre. No hay que prometer nada que no se deba o no se pueda cumplir. Sólo faltaría aumentar su desconfianza, su inseguridad y su falseamiento de la realidad.
JAMÁS HAY QUE DECIRLES QUE ES NECESARIO QUE ENGORDEN para curarse, sino que deben recuperar parte de lo mucho que han perdido, la parte que les lleva a la normalidad. Hay que decírselo, así porque es verdad y porque les relaja algo del agobio de la ansiedad y del enorme miedo obsesivo que les da engordar.
EN CADA RECUPERACIÓN parcial de peso, hay que volver a reforzarlas para que la soporten y no se desmoronen por ese miedo a engordar, sino que la asuman e incluso la acojan como un éxito personal y una base para esforzarse en subir otro peldaño
NUNCA TIRAR LA TOALLA. Intentarlo siempre de nuevo. No hay que dejarse superar por el agobio de la enfermedad de la hija, ni por la sensación de incapacidad para afrontar la situación. Será, si no, la enferma la que tome las riendas de su problema y ahora del nuestro. Y se habrán invertido los papeles. No hay que llegar a eso: el padre ha de hacer de padre. Y la madre, de madre.
LOS PADRES O CUIDADORES tiene un papel importantísimo. Deben dirigir en casa el proceso de liberación y autoafirmación de su hija. Lo que manda el médico en la consulta, hay que aplicarlo las veinticuatro horas del día de todos los días hasta la siguiente visita.
ESTAS PACIENTES HAN DE RECUPERAR PESO PARA QUE LES EMPIECE A HACER EFECTO LA PSICOTERAPIA, como dicen con insistencia los psiquiatras y psicólogos que saben; y esto requiere, desde el primer mes, la serena firmeza de los padres para que coman. Hace falta un amor profundo y una inteligencia lúcida para emplear esa necesaria serena firmeza tan lejana de la impaciencia como del sentimentalismo sobreprotector, que tanto daño pueden hacerles. No se les debe privar de la autoridad paterna, ni escatimar razones.
SERÍA SOBREPROTEGERLAS, permitirles no comer lo que el médico les manda o dejar de mandárselo en casa, cuando llega la hora de la comida. La conflictividad va cediendo a medida que van comiendo. Si el primer día que le manda comer, cede el padre ante la reacción irracional de la enferma, triunfa la enfermedad y es derrotada la enferma. Si se mantiene firme el padre en mandarle que coma, la enferma come algo y en la siguiente comida se resiste menos, y cada vez se resiste un poco menos y come un poco mejor, cada vez con menos conflictividad, porque la realimentación las empieza a curar.
DEBEN SEGUIR CUMPLIENDO SUS TAREAS COTIDIANAS; no se les debe privar de ellas; pero sí combatir la desviación que puedan tener, sea hacia el perfeccionismo, o, en sentido contrario, hacia la dejadez.
TAMPOCO HAY QUE PRIVILEGIARLAS en el trato respecto a sus hermanos. Nada de sobreprotección; si la ha habido ya es hora de rectificar este factor de riesgo y ahora de perpetuación.
HAY QUE PROCURAR QUE NO SE AÍSLEN, que no desconecten y rompan con sus amistades. Son una ayuda muy poderosa. Porque el aislamiento al que tienden por la depresión y por todo lo demás es un nuevo factor agravante y perpetuador de su trastorno.
Y HAY QUE CONSEGUIR QUE DEJEN DE GIRAR SOBRE SÍ MISMAS, autodestruyéndose cada vez más, sufriendo, haciendo sufrir y sufriendo por ello. Que no reduzcan ya más la belleza al cuerpo y el cuerpo a la delgadez. Que piensen que ser bella es ante todo ser una bellísima persona. Que se olviden de sí mismas y sean felices. Hay que decirles todo eso y que coman con normalidad. Decírselo en todas las formas y con todas las razones posibles.
Acuérdese que es un enfermedad larga, ármese de paciencia, intente conservar la calma frente a su hija, pida ayuda, enójese con la enfermedad de su hija y no con ella.